Fragmentos y comentarios de algunas lecturas

miércoles, 9 de abril de 2014

Fragmentos - Jean Luc Nancy

     Los siguientes fragmentos pertenecen al libro La partición de las artes de Jean Luc Nancy, un filósofo francés por el que siento una especial admiración. La obra está coeditada por Pre-textos y la Universidad Politécnica de Valencia con la traducción de Cristina Rodríguez Marciel

     Aunque reconozco que los artículos dedicados a la danza y al teatro son mis favoritos, he elegido unos fragmentos del capítulo dedicado a la fotografía titulado Mirada entregada. Retratos realizados por Henri Cartier-Bresson, en los que es muy fácil relacionar texto e imágen. 


    «Trabaja en su oficina como cualquier otro oficinista, lejos de la multitud, de las aglomeraciones y de las marchas. Se trata de Martin Luther King: trabaja, está ocupado, preocupado quizás, en medio de su tarea cotidiana -correo, documentos-, en todo caso está absorto en un pensamiento, en un interrogante, a menos que se trate de una evasión en el recuerdo. Así es como lo quiere el fotógrafo: lo acorrala, pone todo en marcha para volverlo ausente al aparataje fotográfico, presiona sobre él antes de presionar sobre el disparador, hace fuerza sobre él como lo confirma la mano sobre la que M.L.K. apoya su frente, esta enorme mano que lo sostiene pero que le impide también mirarnos, mirar lo que fuere, que deja los ojos bascular en el vacío del hueco del brazo, mientras que la mano derecha conserva suspendido, desaprovechado por ahora, el bolígrafo o el lapicero del que está provista.

     H.C-B. lo mira no mirar, le entrega esa pérdida de la mirada en la reflexión, en darle vueltas a algo o en la preocupación, en cierta gravedad a punto de desembocar en el agobio, que se señala por completo a su alrededor, con el amontonamiento de papeles, del teléfono, de la radio, del sombrero colocado apresuradamente en una pila de informes, del abrecartas. Todo un ajetreo de quehaceres en medio del cual, nosotros lo sabemos, batalla un sueño irreductible.»




     «La mirada de Marilyn se encuentra atrapada en un círculo de otras miradas o acaso de avistamientos y de miradas de hito en hito, de cámaras y de caras curiosas apiñadas detrás de un cristal -dos hombres, una mujer-, mientras que en primer plano vuelto hacia ella, como lo estamos nosotros, como lo está H.C-B., aparece un perro cuya presencia se señala con un collar de clavos, al tiempo que, detrás de ella, un espejo en parte disimulado entreabre una perspectiva de remisiones infinitas.

     Es imposible saber si Marilyn posa para un anuncio publicitario, para una película o para un retrato (en realidad, se trata del rodaje de Misfits, pero la imagen no dice nada sobre ello). Como quiera que sea, la redecilla del sombrero y el sobrio vestido muestran un personaje desprovisto de provocación. La seducción sigue estando ahí, se acrecienta incluso, si se me permite decirlo así, pero desviándose de nosotros del mismo modo en que Marilyn desvía su mirada que parte hacia no se sabe dónde, hacia otra cámara o hacia ninguna parte. La mirada parte con cierta lasitud, un poco aburrida acaso, con un imperceptible esbozo de sonrisa en los labios. El desvanecerse de una sonrisa, la inminencia de una melancolía.

     El luminoso destacado del rostro y del escote -amplio pero discreto, preciso, desnudez discreta, no prometida- aísla esta imagen, este icono que permanece suspendido entre las miradas donde la suya se distrae y se escapa, ofrecida y perdida en medio del espectáculo, la propia mirada es el espectáculo que se retira de lo espectacular.»