Jean Luc Nancy (Burdeos, 1940) es profesor emérito de filosofía en la Universidad de Estrasburgo y profesor invitado en las universidades de Berkeley y Berlín. Hace unos meses leí una de sus obras sin tener demasiadas referencias, Ser singular plural, pero el título de la obra me sedujo y su lectura lo hizo aún más. Desde entonces he leído otras obras de este filósofo francés entre las que se encuentra El olvido de la filosofía, publicado por Arena Libros.
Muchos libros se inician con la cita de otro autor, pero pocas veces una cita inicial es tan pertinente para dar una idea del tema de la obra que la sigue. Así, El olvido de la filosofía comienza con esta frase de la Dialéctica negativa de Adorno:
«Lo que sin vergüenza podría aspirar al nombre de sentido reside en lo que está abierto y no en lo que está cerrado sobre sí.»
El objeto de este pequeño ensayo de Nancy es muy claro: intentar decir en qué consiste "lo abierto" en la cita de Adorno, o al menos, cómo se entabla una disposición de apertura, que no tiene tanto que ver con una apertura del pensamiento como del pensamiento en tanto que apertura.
La primera tarea que se propone J.L. Nancy es la de un cierto desbrozamiento, y se pregunta por qué tan a menudo la pregunta sobre el sentido nos aboca a un cierre en lugar de una apertura. En muchas ocasiones se emplea un lenguaje de crisis, de una perdida que exige un redescubrimiento, el retorno de un verdadero sentido o incluso el retorno a uno. Deseamos así un sentido inteligible y disponible en el que podamos proyectarnos, un fin siempre a distancia que nos aboca hacia un movimiento hacia delante que hace imposible la coincidencia de presente y presentación. Deseamos un sentido significado cuando según Nancy "la significación es el modelo mismo de un sistema cerrado sobre sí". Así, el mayor empeño de esta obra será mostrar que "la exigencia de sentido pasa desde ahora por el agotamiento de las significaciones". Se trata pues de ser presencia antes que significación y de pensar esa presencia, esa exposición, y ponerla de frente a lo que la separa de sí misma.
Así, el sentido del sentido sería la simple presentación del existente, de nosotros, («¡Heme aquí!» diría Lévinas tal y como lo dijo Abraham), pero "nosotros" no se debe interpretar como comunidad sino que "designa cada una de nuestras existencias: a la vez los unos a los otros, los unos por los otros y cada uno a sí", y en esa comparecencia está el sentido del ser, un sentido que no se deja encerrar en la finalidad y en el circuito de significantes. También será importante entender que aunque nosotros seamos y estemos siempre ya en el sentido no quiere decir que seamos su contenido o su fin, es nosotros sin más significación, tomando decisiones, errando, conviviendo y actuando en nuestra vida cotidiana. Son también muy valiosas las reflexiones de Nancy relacionando esa comparecencia con el asombro y la exigencia de sentido, también lo son sus palabras distinguiendo entre actitud pasiva y pasible.
El olvido de la filosófía es un trabajo que cuenta con muchas virtudes. Quizás la principal sería el lenguaje de utiliza Nancy, que en la nota preliminar del ensayo explica su intención de "escribir también para quien carece por completo de cualquier conocimiento acerca de la historia y de la tecnicidad filosóficas". Y el filósofo cumple con su pretensión, no hasta el punto de recomendarlo a quien nunca ha leído un texto filosófico, pero J. L. Nancy es un filósofo con un maravilloso tacto en su lenguaje, en un tema que además exige mucho de ese tacto si se pretende llegar al lector con relativa sencillez pero con precisión y peso en las frases. Además esta es una obra de un muy buen sentido narrativo y bien estructurada, siempre sabemos dónde estamos y cómo hemos llegado a las diferentes aseveraciones del filósofo.
En el libro también se incluye un pequeño ensayo de unas treinta páginas que realizó Pablo Perera Velamazán, doctor en Filosofía y también traductor de este ensayo de J. L. Nancy. El texto de Pablo Perera está muy lejos de ser un simple añadido sin interés, es más, consigue dar una vuelta de tuerca a lo expuesto en El olvido de la filosofía, es capaz de relacionar este ensayo con otros textos del filósofo francés, y me ha gustado especialmente cómo relaciona esa apertura y exposición que comentaba con la toma de una decisión, siempre renovada y siempre por renovar, con el decidirse por la propia existencia y, al mismo tiempo, por la de todos los demás. También diría que en cuanto a la dificultad del texto se le ha ido un poco la mano en algunos pasajes, pero desde su inicio -de la mano de escritores como Gombrowizc y Nabokov- hasta el final, su ensayo me parece magnífico y pertinente.

