El fragmento que aparece a continuación pertenece al libro Pequeñas doctrinas de la soledad (Ed. Sexto Piso) del filósofo Miguel Morey. Libro estupendo que además conduce a la lectura de otros libros, Morey escribe en uno de los ensayos que lo componen una espléndida invitación a la lectura de Henri Michaux. La siguiente:
Lean a Michaux y asistan a su portentosa gesticulación, eso es todo. ¿Que para qué? Pues por probar, pruébenlo, no es mucho pedir. Cojan un texto de Michaux y antes de comenzar a leerlo saquen al hombrecillo que hay adentro, con sumo cuidado, así, déjenlo ahora sobre la mesa. Entonces ya pueden ponerse a leer, tranquilamente. Pero, atención, a medida que vayan leyendo, no dejen de fijarse con el rabillo del ojo en la manera en la que el tipo se explica. Ya verán.
Ejemplo
Va un tipo y dice:
Antaño, yo tenía mi desgracia. Los dioses malos me la quitaron. Pero entonces me dijeron: «¡En compensación vamos a darle algo! Sí, sí ¡Es absolutamnente preciso que le demos algo!». Y yo mismo, al principio, no vi más que este algo y estaba casi contento. Sin embargo, me habían quitado mi desgracia.
Y como si no bastara, me dieron un balancín. Entonces yo que tantos pasos en falso había dado, me alegré en mi inocencia, me alegré. El balancín era cómodo, pero saltar se volvió imposible.
Y como si no bastara, me quitaron mi martillo y mis útiles. Sustituyeron el martillo por otro más ligero, y éste por otro aún más ligero, y así sucesivamente, y mis útiles desaparecieron sucesivamente uno tras otro, ¡hasta los clavos! Cuando pienso en el modo como ocurrió, todavía ahora me quedo con la boca abierta.
Luego me quitaron mis trapos, mis botellas rotas, todos los desperdicios.
Entonces, como si no bastara, me quitaron mi águila. Esa águila tenía la costumbre de posarse sobre un viejo árbol muerto. Pues lo arrancaron para plantar árboles vivos y vigorosos. El águila no volvió.
Y también se llevaron mis relámpagos.
Me arrancaron mis uñas y mis dientes.
Y me dieron un huevo para empollar.
