El escritor británico Kazuo Ishiguro (Nagasaki, 1954) obtuvo un gran reconocimiento tras la publicación de la sobresaliente novela Los restos del día, galardonada con el Premio Booker en 1989. Su siguiente publicación levantó una lógica expectación tras años de silencio del autor, pero su recibimiento no fue tan unánime, dividió a la crítica y desconcertó a muchos lectores. El título de este nuevo libro era Los inconsolables, un auténtico novelón.
Las páginas de Los inconsolables (Ed. Anagrama) están narradas en primera persona por un pianista de enorme prestigio invitado a un concierto en una ciudad centroeuropea. Las expectativas creadas en torno al evento y el pianista son desmesuradas y, más allá del ámbito musical, muchos de sus habitantes parecen creer que el concierto motivará una gran transformación en el carácter de una ciudad venida a menos con el tiempo. El pianista se esfuerza por cumplir con las obligaciones de su agenda durante su estancia en la ciudad, pero sus compromisos parecen incrementarse sin fin entre equívocos y enredos, en una narración que lleva al lector a preguntarse si acaso no será todo un sueño o una inmensa alucinación. Así, la dificultad que puede encontrar el lector de Los inconsolables reside en la impresión de navegar en el sinsentido debido a una ruptura constante de los itinerarios previsibles de la narración, unido a algunas distorsiones en el espacio, el tiempo y la memoria, lo cual no quiere decir que sea una lectura farragosa o aburrida, pero para difrutarla hay que deshacerse de la necesidad de una lógica dejándose llevar por la narración.
Si comentaba que la lectura de esta novela crea confusión, la idea querida es que al cerrar sus páginas, especialmente la última, el lector vea claro, que en su interior haya un deslizamiento hacia la comprensión que se va fraguando a través de su lectura y que la literatura de Ishiguro pocas veces da de forma explícita. Es memorable. Hace unos años, en entrevista concedida a Rodrigo Fresán, Kazuo Ishiguro comentaba que le gustaría ser recordado más por Los inconsolables que por Los restos del día. En mi caso particular cumplo con este deseo.
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| Kazuo Ishiguro |

