Fragmentos y comentarios de algunas lecturas

martes, 29 de diciembre de 2015

Mejores lecturas del año 2015


     Estáis leyendo la última entrada del año y eso quiere decir que otra dichosa lista de mejores lecturas aparece en la red. Tened paciencia, no tenemos remedio. En esta ocasión la lista es más breve y tiene menor sensación de variedad que en otras ocasiones, y la razón es sencilla: los libros de no ficción que he leído este año no han llegado a ser tan satisfactorios como para aparecer aquí, y no quiero atarme a un número fijo de libros sino respetar cierto umbral de impresión. Afortunadamente muchas de las obras de ficción que he leído en este 2015 han resultado espléndidas y espero que los siguientes títulos os resulten interesantes. Como siempre su orden de aparición no refleja una preferencia y, también como siempre, todos ellos me parecen sensacionales lecturas.


Sin destino de Imre Kertész (Ed. Acantilado)

La novela más conocida del extraordinario escritor húngaro Imre Kertész, Sin destino es mucho más que un libro testimonio de los campos de concentración, es grandísima literatura. Texto escrito en clave distante y desapasionada, Sin destino inscribe una marca en cualquier lector que se acerque a sus páginas gracias a la escalofriante autenticidad de su narrador, el adolescente György Köves, impagable en la lectura de su experiencia en los campos y al ofrecer una interpretación universalizable de su vivencia. Enorme novela, Sin destino es un logro de la literatura.     


Herzog de Saul Bellow (Ed. Galaxia Gutenberg)

Uno de los textos emblemáticos de Saul Bellow, Moses Herzog es un profesor de filosofía desquiciado por su segundo divorcio en una edad en la que empieza a ser difícil pensar en el futuro y reconstruir la vida. Se siente débil y a la vez con ganas de pelearse con el mundo, sus excentricidades se apoderan de él, le abruman los recuerdos y empieza a escribir cartas que nunca enviará. En su primera parte la narrativa no tiene apenas apenas continuidad y refleja el desquiciamiento del protagonista, pero poco a poco la novela se templa, los recuerdos pasan de la obsesión a la amplitud y las reflexiones de Herzog son más lúcidas. Esta obra narra un proceso de aceptación de sí y del mundo en un bildung de edad madura. Novela extraordinaria, recomendaría a sus posibles lectores que se informaran sobre la calidad de las traducciones, es decir, que eligieran la de Vicente Campos.


Los inconsolables de Kazuo Ishiguro (Ed. Anagrama)

El escritor británico Kazuo Ishiguro ya me había sorprendido en algunas ocasiones con sus creaciones pero Los inconsolables, narrado en primera persona por un prestigioso pianista invitado a un concierto, desbordó mis mejores expectativas. Esta novela dividió a la crítica en el momento de su aparición, y no me extraña, cuesta entrar en una narración confusa, de ambiente onírico y continuas rupturas con lo previsible...y sin embargo iluminadora en su dramatización de la vida. Los inconsolables funciona a modo de extrañísima lupa retratando adultos y sociedades gastadas, atribuladas y en perpetua minoría de edad.


Ágape se paga de William Gaddis (Ed. Sexto Piso)

Novela muy breve pero también complicada. Ágape se paga es por entero un potente soliloquio en el que al lector le cuesta avanzar pero que impresiona con unas páginas finales dignas de grabarse en piedra. Escrita por William Gaddis poco antes de su fallecimiento, Ágape se paga tiene mucho de testamento vital, el de un hombre que tiene que encontrar la forma y las palabras para decir aquello que le es más preciso decir. Muy destacable el trabajo editorial en el que destacaría la traducción -imagino que tortuosa- de Miguel Martínez-Lage y el magnífico postfacio de Joseph Tabbi


Liquidación de Imre Kertész (Ed. Alfaguara)

Novela publicada apenas un año después de que el escritor Imre Kertész recibiera el Premio Nobel, Liquidación narra el suicidio de B., un escritor y traductor de origen judío nacido en Auschwitz. Se trata de una obra corta, desasosegante, de estructura un tanto compleja y de calidad asombrosa. Hay en la prosa de Kertész una desnudez, hondura y pureza desarmante. Siendo como es un escritor de narraciones durísimas no se deja de percibir la amabilidad, integridad y ánimo de reconciliación con la vida a partir de puntos sin aparente retorno. Absolutamente rendido a esta inspirada novela.


Incendios de Wajdi Mouawad (Ediciones KRK)

Incendios es la obra que consagró al dramaturgo canadiense de origen libanés Wajdi Mouawad. En su brevedad esta obra voltea al lector prácticamente a cada página en un relato crudo y durísimo. Texto de historias cruzadas, viaje por la memoria, camino hacia la propia identidad, Incendios es una obra de teatro que maneja con maestría barbarie, amor, miedo y también generosidad. Representada en multitud de salas con éxito, el crítico teatral de El País Javier Vallejo escribía: "Créanme. La ovación que Incendies se llevó en su penúltima función en Madrid es la mayor y más cerrada que haya escuchado en un teatro español en los últimos años. Todo el público salió conmovido, es decir, movido por emoción idéntica."
 

Diez de diciembre de George Saunders (Ediciones Alfabia)

La recomendación en este caso es doble porque tanto Diez de diciembre como Pastoralia (también editado por Alfabia) son colecciones de relatos de tremendo nivel. De estilo narrativo muy reconocible y clave para entender cómo nos sacuden sus historias, George Saunders nos abre literalmente la soledad de sus protagonistas al igual que abre esta realidad de lógica absurda en la que vivimos. Relatos como los que dan nombre a las colecciones o los titulados Al Roosten y La infelicidad del peluquero son especialmente magistrales, y se cuentan entre los mejores relatos cortos que he tenido la oportunidad de leer.


     Para finalizar siempre intento realizar un comentario afinando un poco más mis preferencias y, también como siempre, me resulta muy difícil. Todas la obras comentadas son tremendas pero quizás sean las novelas de Imre Kertész y Saul Bellow mis favoritas entre ellas.  

      Os deseo un muy buen año 2016.

martes, 15 de diciembre de 2015

Fragmentos - The Wire




      The Wire, 10 dosis de la mejor serie de la televisión, es un libro editado por Errata naturae dedicado a los que nos sentimos un poco huérfanos tras el visionado de la serie televisiva e intentamos alargar su experiencia, una forma de que sus protagonistas y las calles de Baltimore nos acompañen un poquito más. Rodrigo Fresán escribe en este libro sobre esa misma sensación de abandono: "si me lo preguntan, David Simon -y los productores- tendrían que haberse arriesgado a algo tan obvio como revolucionario: arreglárselas para que The Wire no termine nunca". El libro está presentado por David Simon, creador de la serie, y continúa con una entrevista del escritor Nick Hornby al propio Simon. Completan el volumen siete ensayos -entre los que destacaría el de Iván de los Ríos- y un muy breve relato de ficción obra de George Pelecanos, uno de los guionistas de la serie televisiva que escribe la pieza más valiosa del libro.

    Los fragmentos que aparecen a continuación están escogidos entre las páginas del libro The Wire, excepto uno de ellos, una cita de Franz Kafka que aparece en la última temporada de la mano de Walon, un personaje secundario pero decisivo en la vida de Bubbles, uno de los personajes emblema de la serie.




     Otra razón por la que nuestra serie puede parecer distinta a muchas otras es porque nuestro modelo no es tan shakesperiano como otros productos de primera línea de la HBO. Los Soprano y Deadwood, dos series que por cierto admiro bastante, me recuerdan mucho a Macbeth, Ricardo III o Hamlet en el sentido de que hacen un particular hincapié en la angustia y maquinaciones de los personajes principales, Tony Soprano y Al Swearengen. Buena parte de nuestro teatro moderno parece basarse en el descubrimiento de la mente moderna que Shakespeare llevó a cabo. Pero nosotros nos inspiramos en otro modelo anterior y menos elaborado: los griegos, es decir, que nuestra línea temática se abreva masivamente en Esquilo, Sófocles y Eurípides en cuanto que nuestros protagonistas están marcados por el destino y se enfrentan a un juego previamente amañado y a su radical condición de mortales. La mente moderna, en particular la occidental, encuentra anticuado y algo desconcertante dicho fatalismo, me parece a mí. Somos una tropa de postmodernos que se auto-realiza y se auto-adora, por lo que la idea de que, a pesar de tantos medios, dinero y ocio como tenemos a nuestra disposición seguimos siendo el juguete de unos dioses indiferentes se nos antoja anticuada y supersticiosa.                                 
                                                                               David Simon



     La pauta que sigo para intentar ser verosímil es muy sencilla (la vengo siguiendo desde que empecé a escribir ficción): el lector medio... que se joda. A lo largo de mi carrera como periodista, siempre me dijeron que tenía que escribir pensando en el lector medio. El lector medio, tal y como ellos lo entendían, era un suscriptor blanco, acomodado, con dos hijos coma y algo y tres coches coma y algo, un perro y un gato, más los consabidos aparejos de jardín; una persona ignorante que necesita que se lo expliquen todo, ya mismo. Así, tu exposición se convierte en un peso increíble, en un auténtico peñazo. Que le jodan.                                                          
David Simon




     Puedes echarte atrás ante los sufrimientos del mundo, eres libre de hacerlo y de hecho es lo que corresponde a tu naturaleza, pero quizá precisamente ese echarte atrás es el único sufrimiento que podrías evitar.                                                             
Franz Kafka



    The wire es una tragedia griega en la que el papel de las fuerzas olímpicas lo desempeñan las instituciones postmodernas y no los dioses antiguos. El Departamento de Policía, la economía de la droga, las estructuras políticas, el sistema educativo o las fuerzas económicas son los que arrojan rayos jupiterinos y dan patadas en el culo sin ninguna razón de peso. En la mayor parte de las series de televisión, y en buena parte de las obras de teatro, los individuos aparecen a menudo elevándose por encima de las instituciones para experimentar una catarsis. En este drama, las instituciones siempre demuestran ser más grandes, y los personajes que tienen suficente hybris para desafiar al imperio americano postmoderno resultan invariablemente burlados, aplastados o marginados. Es la tragedia griega del nuevo milenio.
                             David Simon