
The Wire, 10 dosis de la mejor serie de la televisión, es un libro editado por Errata naturae dedicado a los que nos sentimos un poco huérfanos tras el visionado de la serie televisiva e intentamos alargar su experiencia, una forma de que sus protagonistas y las calles de Baltimore nos acompañen un poquito más. Rodrigo Fresán escribe en este libro sobre esa misma sensación de abandono: "si me lo preguntan, David Simon -y los productores- tendrían que haberse arriesgado a algo tan obvio como revolucionario: arreglárselas para que The Wire no termine nunca". El libro está presentado por David Simon, creador de la serie, y continúa con una entrevista del escritor Nick Hornby al propio Simon. Completan el volumen siete ensayos -entre los que destacaría el de Iván de los Ríos- y un muy breve relato de ficción obra de George Pelecanos, uno de los guionistas de la serie televisiva que escribe la pieza más valiosa del libro.
Los fragmentos que aparecen a continuación están escogidos entre las páginas del libro The Wire, excepto uno de ellos, una cita de Franz Kafka que aparece en la última temporada de la mano de Walon, un personaje secundario pero decisivo en la vida de Bubbles, uno de los personajes emblema de la serie.
Otra razón por la que nuestra serie puede parecer
distinta a muchas otras es porque nuestro modelo no es tan shakesperiano como
otros productos de primera línea de la HBO. Los Soprano y Deadwood, dos series
que por cierto admiro bastante, me recuerdan mucho a Macbeth, Ricardo III o
Hamlet en el sentido de que hacen un particular hincapié en la angustia y
maquinaciones de los personajes principales, Tony Soprano y Al Swearengen.
Buena parte de nuestro teatro moderno parece basarse en el descubrimiento de la
mente moderna que Shakespeare llevó a cabo. Pero nosotros nos inspiramos en
otro modelo anterior y menos elaborado: los griegos, es decir, que nuestra
línea temática se abreva masivamente en Esquilo, Sófocles y Eurípides en cuanto
que nuestros protagonistas están marcados por el destino y se enfrentan a un
juego previamente amañado y a su radical condición de mortales. La mente
moderna, en particular la occidental, encuentra anticuado y algo desconcertante
dicho fatalismo, me parece a mí. Somos una tropa de postmodernos que se
auto-realiza y se auto-adora, por lo que la idea de que, a pesar de tantos
medios, dinero y ocio como tenemos a nuestra disposición seguimos siendo el
juguete de unos dioses indiferentes se nos antoja anticuada y supersticiosa.
David Simon
La pauta que sigo para intentar ser verosímil es muy
sencilla (la vengo siguiendo desde que empecé a escribir ficción): el lector
medio... que se joda. A lo largo de mi carrera como periodista, siempre me
dijeron que tenía que escribir pensando en el lector medio. El lector medio,
tal y como ellos lo entendían, era un suscriptor blanco, acomodado,
con dos hijos coma y algo y tres coches coma y algo, un perro y un gato, más los
consabidos aparejos de jardín; una persona ignorante que necesita que se lo
expliquen todo, ya mismo. Así, tu exposición se convierte en un peso increíble, en un auténtico peñazo. Que le jodan.
David Simon
Puedes echarte atrás ante los sufrimientos del mundo, eres libre de hacerlo y de hecho es lo que corresponde a tu naturaleza, pero quizá precisamente ese echarte atrás es el único sufrimiento que podrías evitar.
Franz Kafka
The wire es una tragedia griega en la que el papel de las fuerzas olímpicas lo desempeñan las instituciones postmodernas y no los dioses antiguos. El Departamento de Policía, la economía de la droga, las estructuras políticas, el sistema educativo o las fuerzas económicas son los que arrojan rayos jupiterinos y dan patadas en el culo sin ninguna razón de peso. En la mayor parte de las series de televisión, y en buena parte de las obras de teatro, los individuos aparecen a menudo elevándose por encima de las instituciones para experimentar una catarsis. En este drama, las instituciones siempre demuestran ser más grandes, y los personajes que tienen suficente hybris para desafiar al imperio americano postmoderno resultan invariablemente burlados, aplastados o marginados. Es la tragedia griega del nuevo milenio.
David Simon




