Fragmentos y comentarios de algunas lecturas

martes, 31 de diciembre de 2013

Mejores lecturas del año 2013


    En los blogs más despistados y perezosos, y éste lo es mucho, las puñeteras listas de lo mejor del año tienen cierto parecido a los deberes hechos a última hora, es casi la última excusa para homenajear aquellos libros de los que más hemos disfrutado en el año que termina. Para la ocasión he escogido ocho libros: cinco novelas y tres obras de no ficción. Todas ellas me parecen sensacionales lecturas.


La moral del testigo de Carlos Piera.  (Antonio Machado Libros).

   Extraordinaria recopilación ensayos y homenajes de Carlos Piera, profesor de lingüística en la universidad de Cornell y en la Autónoma de Madrid. El libro se inicia con cuatro ensayos:

- La verdad de la lírica y la épica de la opinión.
- Yo, literalmente.
- Del sentimiento de la historia.
- Ausencias del canon.

   Todos ellos son magníficos, pero el primero de ellos, en el que Carlos Piera trata de esclarecer por qué la poesía ha pasado a ser tan marginal en nuestra cultura, es una de esas piezas que bien merece repetidas y más repetidas lecturas. La segunda parte del libro es una selección de homenajes a autores como  Victor Sánchez de Zavala, Manuel Sacristán, Sánchez Ferlosio, Noam Chomsky, Tomás Segovia, Northrop Frye o Antonio Gamoneda entre otros.

   La lectura de La moral del testigo merece máxima atención y si quieren luz en este libro la hay.

      
Stoner de John Williams. (Ed. Baile del sol)

   John Williams no es un escritor demasiado conocido en nuestro país, pero tengo la impresión de que gracias a ese poquito que entre todos sumamos -en la red y el boca a boca- y del que me beneficié en su día -¡gracias Tongoy!-, su obra tiene día a día mayor repercusión. Buscad opiniones de Stoner en la red, no hay pocas, y muchas de ellas son tan incondicionalmente rendidas como lo es la mía ante esta maravillosa novela.

   Stoner narra prácticamente por entero la vida de un profesor de universidad, su prosa es de tonos suaves y una maravillosa y querida serenidad clásica que agradece el lector moderno de este mundo loco y apresurado. Conmovedora, de una medida muy humana, inolvidable Stoner.


Esperando a los bárbaros de J. M. Coetzee. (Ed. Debolsillo)

  Cuando una novela está narrada en primera persona, con la sensacional capacidad de este escritor sudafricano para situarse en la piel de sus personajes, un veterano magistrado en esta obra, el lector tiene una facilidad extra para implicarse en la lectura. Novela intensa e inquietante, con un extraordinario paisaje de frontera, y angustiosa por la propia impotencia del protagonista en un contexto de miseria moral imposible de comprender y asimilar.

  Esperando a los bárbaros, entre todas las novelas de la lista, me parece la lectura más sencilla y la que más inmediatamente atrapa al lector. Cierto que el contenido es  duro y descorazonador pero su lectura no lo es en absoluto. Pocas veces una obra de semejante nivel y de la mano del que es uno de los mejores narradores del mundo, es tan asequible y su lectura, por pedir, no pide ni un mínimo de paciencia al lector. Además, Esperando a los bárbaros es ejemplo de que no es lo mismo una lectura sencilla que complaciente.


La edad de hierro de J. M. Coetzee. (Ed. Debolsillo)

  Esta excepcional novela participa de muchos de los rasgos principales de Esperando a los bárbaros: la narración en primera persona -una mujer blanca y ya madura en la Sudáfrica del apartheid-, también goza de un enorme pulso y provoca inquietud y angustia ante un mundo terrorífico, amoral e imposible de comprender. Además vienen a ser igual de breves. Quizá pueda costar un poco más meterse en esta novela que en la anterior y el paisaje puede resultar más confuso, precisamente porque el de esta novela es totalmente real, pero La edad de hierro es una novela colosal y del todo accesible. Me atrevería a decir que La edad de hierro tiene ciertos detalles que la convierten en una novela algo superior a Esperando a los bárbaros.


Pensar el siglo XX  de Tony Judt con Timothy Snyder. (Ed. Taurus)

   Extraordinario libro dialogado, ameno, claro y de un lenguaje muy directo. Una de las voces más interesantes y sugerentes que he tenido la oportunidad de leer, la del historiador británico Tony Judt, se nos presenta en este libro junto con el también historiador Timothy Snyder, dialogando sobre las líneas históricas y políticas fundamentales de nuestro más inmediato pasado para proyectarse en una ética política.

   La composición del libro es sumamente atractiva y el recorrido sobre la historia del siglo XX realmente amplio, en una obra cuyo fin no es tanto dar información como su lectura y la propuesta de conclusiones a partir del conocimiento y el libre diálogo. Antonio Muñoz Molina comentaba recientemente en uno de sus artículos que, en la actual situación, a Tony Judt "se le echa más de menos cada día". No puedo estar más de acuerdo. Un intelectual que hacía falta.


La canción de Salomón de Toni Morrison. (Ed. Debolsillo)

    Esta novela narra la historia familiar de un hombre negro, próspero en su  negocio que trata de integrarse en la sociedad blanca, pero su hijo, protagonista del libro, no quiere huir de sus orígenes sino encontrarlos en toda su verdad. Inicia entonces una búsqueda de sus raíces que participa de muchos de los rasgos de los relatos de iniciación.

    Toni Morrison es una escritora valiente, de narrativa muy visual y colorista que asume amplios riesgos en las tramas de sus novelas. Acierta especialmente en La canción de Salomón componiendo una de las mejores galerías de personajes que he tenido la oportunidad de leer, y entre ellos, tengo que nombrarla,....Pilatos.
La obra más popular de Toni Morrison es Beloved, galardonada con el premio Pulitzer, pero prefiero con margen La canción de Salomón, ganadora del National Books Critics Award en 1978, novela movilizadora y desatada, crítica, plena de energía y vigor.


¿Qué es la filosofía antigua?  de Pierre Hadot. (Ed. FEC)    

   Pierre Hadot fue un profesor de enorme vocación didáctica que accedió a la cátedra de Historia del Pensamiento Helenístico y Romano del Colegio de Francia sin estar presente en los círculos filosóficos más influyentes. Fue Foucault, atento lector de sus textos, quien le convenció para que se presentara y también fue Foucault quien dio a conocer su nombre a Arnold I. Davidson, profesor de la Universidad de Chicago, máximo responsable de la difusión de la obra de Pierre Hadot en el mundo anglosajón y excelente prologuista de muchas de sus obras.  Y uno no puede menos que leerlo y entenderlo. Entregado en sus ensayos a la absoluta claridad, dando absoluta importancia a  la formación en lugar de a la información, su concepción de la filosofía antigua es clara: una filosofía como forma de vida y elección de vida. ¿Qué es la filosofía antigua? es una aproximación amplia, amena y del todo accesible a la filosofía clásica, en la que Hadot fija su atención, no tanto en las divergencias entre las distintas escuelas filosóficas sino en aquello que tienen en común y que resulta totalmente imperecedero.         


 Butcher´s Crossing de John Williams. (Ed. Lumen)

   Apasionado lector de Stoner, no podía dejar pasar la lectura de este libro editado por primera vez en nuestro país hace unos pocos meses. Y vaya novela. Butcher´s Crossing es por entero un relato de iniciación ambientado en los estados de Kansas y Colorado de los años setenta del siglo XIX, donde un joven universitario procedente de Boston acude a una llamada interior que lo inclina por lo misterioso y salvaje del oeste. Allí tendrá ocasión de participar en un partida de caza de bisontes que debe internarse en un desconocido valle de las Montañas Rocosas.

   Novela que goza de la narrativa desnuda y serena de John Williams, detallada en gestos y sensaciones, su paisaje natural es extraordinario y de gran relevancia en una novela que además, logra atisbar dimensiones del alma humana en las que no es cómodo detenerse ni pensar. Pero es necesario hacerlo. Definitivamente rendido a este maravilloso escritor.

                     
    Para (casi)  finalizar, La moral del testigo de Carlos Piera ha sido mi lectura preferida entre los libros de no ficción que he leído este año, con claridad. Entre las novelas la claridad en la elección desaparece y no sabría concretar una elección sin arrepentirme al poco tiempo.


    Para finalizar, ahora sí, desearos a todos un muy feliz año 2014.


domingo, 15 de diciembre de 2013

La ciudadela interior - Pierre Hadot

    


   Pierre Hadot (1922-2010) fue un filósofo francés que ocupó la cátedra de Historia del Pensamiento Helenístico y Romano del Colegio de Francia. Editor y traductor de numerosas obras clásicas, fue además autor de varios ensayos en los que demuestra ser un escritor claro, un agudo intérprete y poseer una sobresaliente vocación didáctica. Hace unos meses tuve la oportunidad de leer su sensacional obra ¿Qué es la filosofía antigua? (Ed. FCE) y desde entonces vengo insistiendo en la lectura de sus libros, entre ellos La ciudadela interior, un amplio y cuidadísimo estudio de las Meditaciones de Marco Aurelio recientemente editado por Alpha Decay, que es además una profunda aportación al conocimiento de la filosofía estoica del siglo II d.C.
      
   Pierre Hadot defiende en sus obras una interpretación de la filosofía antigua como forma de vida y elección de vida, una filosofía como práctica vivencial que guarda dos polos indisolubles: discurso y práctica. Todas las escuelas filosóficas de la Antigüedad denunciaron el peligro que corre el filósofo de enredarse en uno de dichos polos, el discurso, creando finalmente un sistema que carece de anclaje en la realidad, que se habla pero no se vive, ya que «existe un abismo entre las bellas sentencias y la verdadera decisión de cambiar de vida, entre las palabras y la toma de conciencia efectiva o la transformación real de sí mismo». Pierre Hadot suele citar a menudo textos que se refieren a esta problemática de la filosofía; especialmente recurrente es el siguiente de Kant:

       «Los antiguos filósofos griegos, como Epicuro, Zenón, Sócrates, etc., se mantuvieron más fieles a la verdadera Idea del filósofo que lo que se ha hecho en los tiempos modernos.
     -¿Cuándo vas a empezar a vivir virtuosamente? -decía Platón a un anciano que escuchaba lecciones acerca de la virtud-. No se trata de especular constantemente, sino que hay que pensar asimismo de una buena vez en la aplicación, pero hoy día se considera soñador al que vive de una manera conforme a lo que se enseña.»

       La filosofía Antigua es, en la interpretación de Hadot, ejercicio, y su fin es terapéutico: «la escuela del filósofo es una clínica» decía Epicteto, «uno debe ver lo útil en el sentido de lo que cura, esto es, lo que lleva al ser humano a sí mismo» afirmaba también Heidegger siglos después. Los ejercicios filosóficos trataban de liberar del temor ante cosas que no deben temerse y del deseo de cosas que no es preciso desear para alcanzar así la coherencia y la serenidad. Será preciso entonces realizar ejercicios espirituales que son ejercicios de presencia, espirituales en un sentido de absoluta movilización de nuestros recursos, no tan sólo del pensamiento, también sensibilidad, retórica, memoria, imaginación, razón y deseo son requeridos en el sentido más fuerte de la palabra. Se trata pues de impregnarnos de ciertas reglas vitales y hacerlas nuestra «naturaleza» en un asentimiento real, no tan sólo conceptual.

       Quizás el mayor de los propósitos que recorre las obras de Pierre Hadot es comprobar cómo,  desde discursos e ideales de sabiduría en ocasiones muy diferentes,  las distintas escuelas de la Antigüedad practicaron ejercicios similares para asegurar un progreso espiritual:  disciplinar nuestros deseos y acciones, vivir el presente, practicar visualizaciones, tener presente la inminencia de muerte, exámenes de conciencia,... Vista de esta manera, la práctica de la filosofía va más allá de las oposiciones entre las filosofías particulares, es esencialmente un esfuerzo de tomar conciencia de nosotros mismos, de nuestro estar en el mundo, de nuestro estar con los otros, un esfuerzo también de «volver a aprender a ver el mundo» tal y como lo expresaba Merleau-Ponty, superando la percepción utilitaria y alcanzar una percepción más desinteresada y plena.

   Ocurre que las reglas de vida que en ocasiones tratamos de imponemos y la mejor de nuestras disposiciones saltan de continuo por los aires debido a las rutinas, problemas y temores del día a día. Además, las reglas de vida no pueden asumirse de una vez para siempre. Es decisivo tomar los ejercicios filosóficos como una gimnasia que siempre se debe revisitar y las Meditaciones de Marco Aurelio responden a esa necesidad de reavivar y reactualizar, de recordarse a uno mismo los principios vitales que resguardan la coherencia de nuestro pensamiento y acciones.

   Así, La ciudadela interior es un libro dedicado al estudio de las Meditaciones de Marco Aurelio, pero también atiende a la formación del filósofo-emperador, la forma en la que su obra ha llegado hasta nosotros, y es importante el espacio que dedica a contextualizar la obra de Marco Aurelio dentro de la filosofía estoica, marcada profundamente en la época por la figura de Epicteto. Encuadra además las Meditaciones en un tipo de escrito bastante extendido por entonces denominado "hypomnéma", que Marco Aurelio escribía «para sí mismo, en el día a día y según una forma literaria muy refinada» con la intención de «reactualizar y reavivar sin cesar un discurso interior coherente, un estado interior de claridad y apertura que corre el riesgo constante de adormecerse y apagarse. Para despertar esta intensidad no basta con releer lo que ya se ha escrito. Las páginas escritas están muertas. Lo que cuenta es formular de nuevo». Se trata pues de resguardar un estado interior de serena intensidad asumiendo unas reglas de vida esenciales, que Marco Aurelio formula y reformula en un lenguaje propio siguiendo unas reglas que aseguren la eficacia de la escritura para volver a persuadirse, realizar esa llamada a la presencia y a la toma de distancia que es la escritura y volver a ella en un «ejercicio diario, siempre renovado, siempre retomado y siempre por retomar», buscando una capacidad de percepción más verdadera y justa, un pensamiento recto y una acción desenvuelta pero prudente.

       Participamos así, gracias a La ciudadela interior y a las Meditaciones, en los esfuerzos de Marco Aurelio «por hacer lo que en el fondo intentamos todos: vivir en plena conciencia, en plena lucidez, dar toda la intensidad a cada uno de sus instantes, un sentido a la vida entera». Para ello, salvo en  un primer libro de agradecimientos,  Marco Aurelio tratará de formular y reformular continuamente  las tres disciplinas o movimientos del alma en distintas combinaciones: la disciplina del juicio, que vincula a la capacidad de realizar juicios auténticos y despojar a los objetos y acontecimientos de los falsos valores que solemos atribuirles; la disciplina del deseo, que supone dejarse seducir por lo que nuestra propia Naturaleza -Razón- quiera que hagamos, en la medida en la que nuestra Razón participa de la Razón Universal y, por último, la disciplina de la acción, que consiste en preservar la coherencia en nuestros actos y en comprometer la propia responsabilidad, preguntándonos a qué fin se refieren nuestra acciones y a que tomemos conciencia de nuestra verdadera intención a fin de no  convertirnos en marionetas, así, «la irreflexión se opone a la seriedad, que es actuar con todo el corazón».

   Clarifica además Pierre Hadot, los ejercicios que consistían en rechazar sucesivamente los círculos que envuelven el «yo», ejercicios que Marco Aurelio utiliza para delimitarse a sí mismo, para crear una ciudadela interior que no es otra cosa que tomar conciencia de «las cosas que se han apegado a nosotros pero que ya apenas distinguimos de nosotros porque nos hemos apegado a ellas». También da cuenta de la relación existente entre la delimitación del yo y la delimitación del momento presente. Tan sólo el presente es el espacio de la libertad y la acción, y asumirlo plenamente supone una transformación absoluta de la conciencia de nosotros mismos, de la relación con nuestro cuerpo y con los otros, de nuestra actitud respecto al pasado y al porvenir.

     En suma, La ciudadela interior es un trabajo sensacional de lectura y exégesis de las Meditaciones de Marco Aurelio, pero también me parece un libro un tanto abrumador que carece de la frescura de otras obras del filósofo francés. Es prácticamente inevitable que así sea porque, tal y como desea Pierre Hadot, la lectura del libro es también un ejercicio en el que caben muchas repeticiones e insistencias, además de distintas aproximaciones a los mismos temas, con el objeto de que la investigación acabe por volverse, como decía Aristóteles, perfectamente familiar y connatural al lector.

Café en Sorrento, Italia.  Fot. Adelina Iliev.  Fte.: National Geographic


      
       «La mayoría imagina que la filosofía consiste en discutir desde lo alto de una cátedra y profesar cursos sobre textos. Pero lo que no llega a comprender esa gente es la filosofía ininterrumpida que vemos ejercer cada día de manera perfectamente igual a sí misma [...]
       Sócrates no hacía disponer gradas para los auditores, no se sentaba en una cátedra profesional; no tenía horario fijo para discutir o pasearse con sus discípulos. Pero a veces, bromeando con ellos o bebiendo o yendo a la guerra o al Ágora con ellos, y por último yendo a la prisión y bebiendo el veneno, filosofó. Fue el primero en mostrar que, en todo tiempo y lugar, en todo lo que nos sucede y en todo lo que hacemos, la vida cotidiana da la posibilidad de filosofar.»    
                                                                                                                           Plutarco


viernes, 15 de noviembre de 2013

Butcher´s Crossing - John Williams



     Cuando tuve noticia de la publicación de la novela de John Williams Butcher´s Crossing, desapareció cualquier otra prioridad en mi horizonte de lecturas; la razón no era otra que mi absoluto entusiasmo por otra novela de John Williams, Stoner (Ed. Baile del Sol), que tuve la oportunidad de leer hace unos meses. Con la lectura de Butcher´s Crossing, felizmente recuperada por la editorial Lumen, me he vuelto a rendir ante este sensacional escritor.

     La novela se inicia en una aldea de Kansas llamada Butcher´s Crossing en los años setenta del siglo XIX. El protagonista, William Andrews, es un estudiante procedente de Boston que llega a la aldea atraído por su propia indefinición: no sabe lo que quiere pero le seduce el Oeste, un lugar que parece prometer aventuras, plenitud y un enraizamiento con la vida que siente que no encontrará en las ciudades del este. Surge entonces la posibilidad de participar en una partida de caza de bisontes  que viajará desde Butcher´s Crossing hacia un desconocido valle entre las montañas de Colorado. Tres hombres con experiencia, Miller, Charley Hoge y Schneider le acompañarán en el viaje.

     Butcher´s Crossing tiene todos los elementos de una novela de iniciación que, desde una narrativa muy visual y descriptiva, proporciona además sensaciones muy físicas desde el difícil y por momentos abrumador paisaje de la novela. La sensación de sed y sobre todo la sensación de frío que transmiten algunos de sus pasajes perduran por tiempo en la mente del lector. Y las enormes dificultades, y los carácteres de los protagonistas, y sobre todo las últimas páginas de la novela,... quizás hay algo de Melville y de Conrad en este libro de John Williams, algo difícil de mirar que alcanzará al joven William Andrews, que nos alcanza también a sus lectores, y que hacen de Butcher´s Crossing no sólo una magnífica novela de iniciación y aventuras, es aún más, un trazo conseguido del alma humana, de su contingencia y de su vanidad.
 
     John Williams es un escritor maravilloso y los lectores de Stoner lo sabemos, y con Butcher´s Crossing escribió otra novela que también justifica por sí sola una vida dedicada a la escritura. No sé qué decir de él pero Williams es un  escritor clásico, también hijo de su tiempo y deudor de la mejor literatura norteamericana. Escribió poco pero escribió para siempre.
 

viernes, 27 de septiembre de 2013

Sueños robados. El baloncesto yugoslavo - Juanan Hinojo



      Soy aficionado al baloncesto desde hace muchos años y las publicaciónes editoriales sobre este deporte siempre me llaman la atención, más aún si el autor del libro es Juanan Hinojo, un habitual del foro ACB donde escribía las siguientes palabras para presentarlo:

       «Sueños Robados es un libro sobre el baloncesto de la antigua Yugoslavia. Los protagonistas son los miembros de la última generación que dominó Europa a finales de los ochenta y principios de los noventa: Petrovic, Kukoc, Divac, Radja, Djordjevic, Danilovic, Zdovc… pero no sólo ellos. El libro intenta glosar un baloncesto y una época. Lo que sucedía en la liga yugoslava, los torneos de selecciones, los acontecimientos sociopolíticos que se desencadenaban de manera simultánea. El crecimiento de ese grupo, sus éxitos y fracasos particulares. La revolución que protagonizaron mientras un país estaba mutando en muchos. 

      Al mismo tiempo, el libro intenta cuestionarse el cómo y el porqué de un fenómeno de ese tipo. 22 millones de habitantes, muy lejos del potencial humano de la URSS o Estados Unidos, pero competencia directa de ambos. Para indagar en los orígenes, en las interrelaciones entre entrenadores, en la filosofía baloncestística del kosarka, en los motivos y consecuencias de todo un sistema deportivo, he entrevistado a muchos jugadores, entrenadores y periodistas que vivieron aquel período. Protagonistas directos, gente que convivió con ellos como compañeros, rivales enconados. No es un libro de entrevistas, eso que quede claro. Pero cuando tienes ochenta horas de grabación, mucha de esa información ha de verse plasmada en el libro, ya sea de forma directa al poner en boca del entrevistado su reflexión, o de forma indirecta, utilizando esa información para rellenar aspectos de la historia que quedaban incompletos y de los que nunca se ha sabido. Y anécdotas, claro. Muchas anécdotas.

      Por si a alguien le interesan los nombres concreto a los que he entrevistado, y por orden alfabético, son: Samir Avdic, Manel Bosch, Drazen Dalipagic, Predrag Danilovic, Aleksandar Djordjevic, Roberto Dueñas, Miguel Ángel Forniés, José Luis Galilea, Dusko Ivanovic, Zeljko Jerkov, Bozidar Maljkovic, Josep Maria Margall, Ferran Martínez, Ettore Messina, Juanan Morales, Miquel Nolis, Zeljko Obradovic, Sreten Pantelic, Luka Pavicevic, Svetislav Pesic, Aza Petrovic, Franco Pinotti, Dino Radja, Sergio Scariolo, Petar Skansi, Nacho Solozábal, Neven Spahija, Vladimir Stankovic, Zan Tabak y Ranko Zeravica.»

     Por el conocimiento previo de su autor esperaba mucho de la lectura de Sueños robados, seguro que era una obra seria, trabajada y de muy buen criterio...y lo es sin duda, pero estoy realmente sorprendido porque no imaginaba además una obra tan ambiciosa. Juanan persigue el por qué y el cómo del éxito yugoslavo en el baloncesto ejerciendo más como investigador que como cronista, y llega muy lejos al intentar responder a todas las pregunta que plantea sabiendo que la realidad no se traza en cuatro cómodas líneas. La planificación de los capítulos para que hechos, comentarios y citas ayuden a profundizar está muy bien conseguida, además logra dar vuelo a los temas a la vez que los mantiene sujetos para que el texto no divague, algo realmente difícil en una obra que intenta ahondar tanto y hay tantas ganas de incluir material que no acaba de ajustar.

      También me parece muy acertada la distribución de los espacios en el libro. Aunque la investigación y la historia general del baloncesto del país es su parte fundamental, el autor da una especial importancia a la llamada generación de Bormio, la liga yugoslava de la segunda mitad de los ochenta y el trienio de oro de la selección nacional, que es en suma la culminación de la investigación de la obra y posiblemente también su primerísimo germen: un niño alucinado por lo que ve. Si comienzo a enumerar citas y textos que enriquecen el libro no acabo... palabras del carácter de Slavnic, Djorjevic o Kikanovic, Partizan vs Jugoplastika, Avdic, jazz y juego libre, Messina, Zeravika, Morales sobre Obradovic, múltiples sobre dedicación y horas de trabajo... fantásticas todas.

     En el libro también se lee el trabajo, horas dedicadas y quebraderos de cabeza que requiere crear un libro como Sueños robados. Así, mi opinión sobre el libro no puede ser mejor, más cuando en España no hay una cultura previa en obras de baloncesto de este nivel y es ahora cuando empiezan a crearse unos cimientos que espero lleguen muy alto en el futuro, pero en este paisaje prácticamente virgen Juanan Hinojo ha creado un libro extraordinario.

Dino Radja y Toni Kukoc.   Fot.: Cropix

* Esta entrada se publicó originalmente en abril de 2011 y fue trasladada aquí, ligeramente modificada, tras una remodelación del blog

sábado, 21 de septiembre de 2013

El imperio de lo feo - Simon Leys



     Pierre Ryckmans, que publica sus obras con el seudónimo de Simon Leys, es crítico literario, novelista, ensayista, riguroso traductor de textos clásicos chinos y un enamorado del mar. También es uno de los autores más deliciosos y entretenidos que he tenido el placer de leer. En La felicidad de los pececillos. Cartas desde las antípodas (Ed. Acantilado) reúne las crónicas que publicó durante dos años en Le Magazines Littéraire, así como algunas más antiguas aparecidas en otras revistas. El resultado es un librito iluminador y variado, deliciosamente erudito, de voz amable pero también crítico y punzante. Su breve artículo titulado El imperio de lo feo me impresionó muy especialmente.


El imperio de lo feo


          «Los indios de la costa del Pacífico eran atrevidos navegantes. Tallaban sus grandes piraguas de guerra en el tronco de uno de esos cedros gigantes cuyos bosques cubrían todo el noroeste de América. La construcción comenzaba por una ceremonia ritual al pie del árbol elegido, para explicarle la necesidad urgente que tenían de talarlo, y pedirle perdón por ello. Cosa curiosa, en el otro extremo del Pacífico, los maoríes de Nueva Zelanda hacían piraguas parecidas ahuecando el tronco de los kauri; y también allí la tala era precedida de una ceremonia propiciatoria para obtener el perdón del árbol.

        Unas costumbres tan exquisitamente civilizadas como éstas deberían avergonzarnos. Tal fue mi sentimiento la otra mañana; me habían despertado los chirridos de una sierra mecánica que trabajaba en el jardín de mi vecino, y, desde mi ventana, pude ver cómo éste –aparentemente sin haber hecho ninguna ceremonia previa- dirigía la tala de un magnífico árbol que daba sombra a nuestro rincón desde hacía medio siglo. Las grandes aves anidaban en sus ramas (una variedad de cuervos desconocida en el hemisferio Norte y que, lejos de graznar, tienen un canto prodigiosamente melodioso), espantadas por la destrucción de su hábitat, revoloteaban en vuelos frenéticos, lanzando desgarradores chillidos de alarma. Mi vecino no es un mal tipo, y nuestras relaciones son perfectamente corteses, pero me hubiera gustado cuando menos saber la razón de su sorprendente vandalismo. Intuyendo sin duda mi curiosidad, me anunció alegremente que sus arriates tendrían en adelante más sol. En su Diario, Claudel menciona una explicación parecida dada por un vecino suyo de campo que acababa de talar un olmo secular por el que el poeta sentía apego: «El árbol ese daba sombra y estaba infestado de ruiseñores».

        La belleza llama a la catástrofe del mismo modo que los campanarios atraen el rayo. La administración de servicios públicos que hace pasar una autopista por en medio de Stonehenge, o una vía férrea a través de las ruinas de Villers-la-Ville, el monje que le prende fuego al Kinkakuji, el municipio que transforma la iglesia abacial de Cluny en una cantera de piedras, el energúmeno que lanza un bote de pintura acrílica al último autorretrato de Rembrandt, o el que ataca con un martillo la madona de Miguel Ángel, obedecen todos ellos, sin saberlo, a una misma pulsión.
 
        Un día, hace ya tiempo, un pequeño percance me hizo intuirlo. Estaba escribiendo en un café; como a muchos perezosos, me gusta sentir la animación en torno a mí cuando se supone que trabajo, lo que me produce una ilusión de actividad. Por eso el ruido de las conversaciones no me molestaba, ni siquiera la radio que bramaba en un rincón; había vomitado ininterrumpidamente durante toda la mañana melodías de moda, cotizaciones de Bolsa, música de fondo, resultados deportivos, una charla sobre la fiebre aftosa de los bovinos, de nuevo melodías, y todo ese batiburrilo auditivo manaba como agua caliente que se escapa de un grifo mal cerrado. ¡De pronto, milagro! Por una razón inexplicable, esta vulgar rutina radiofónica dio paso sin solución de continuidad a una música sublime: los primeros compases del quinteto para clarinete de Mozart se enseñorearon de nuestro pequeño espacio con serena autoridad, transformando ese café en una antesala del Paraíso. Pero no se puede decir que los otros clientes, ocupados hasta ese momento en charlar, jugar a las cartas o leer la prensa, fuesen sordos: al oír aquellos acentos celestiales, se miraron estupefactos. Pero su desazón no duró más de unos segundos: para alivio de todos, se levantó resueltamente uno de ellos, fue a girar el mando de la radio y cambió de emisora, restableciendo así una oleada de ruido más familiar y tranquilizador, que cada uno pudo ignorar de nuevo tranquilamente.
 
        En ese momento se me impuso una evidencia que no me ha abandonado jamás desde entonces: los verdaderos filisteos no son una gente incapaz de reconocer la belleza, pues claro que la reconocen y muy bien, la detectan al instante, y con un olfato tan infalible como el del esteta más sutil, pero es para poder caer inmediatamente sobre ella con el fin de ahogarla antes de que pueda entrar en su universal imperio de fealdad. Pues la ignorancia, el oscurantismo, el mal gusto o la estupidez no son fruto de simples carencias, sino de otras tantas fuerzas activas, que se afirman furiosamente a la menor oportunidad, y no toleran ninguna excepción a su tiranía. El talento inspirado siempre es un insulto a la mediocridad. Y si esto es cierto en el orden estético, aún lo es más en el moral. Más que la belleza artística, la belleza moral parece tener el don de exasperar a nuestra triste especie. La necesidad de rebajarlo todo a nuestro miserable nivel, de mancillar, burlarse y degradar todo cuanto nos domina por su esplendor es probablemente uno de los rasgos más desoladores de la naturaleza humana.»