
El poema No entres dócil en esa buena noche, uno de los más conocidos del poeta galés Dylan Thomas (1914-1953), aparece por dos veces en una de las novelas más ambiciosas y extrañas que he leído jamás, Solenoide (Ed. Impedimenta), obra del escritor rumano Mircea Cartarescu. Transcribo el poema en la traducción de Ben Clark, tal y como aparece en la novela, y con la breve introducción al mismo que ofrece el narrador:
Las hojas terminaban con un poema verdadero, poderoso y sonoro como un grito de desesperación y como un himno de toda la humanidad. Abajo, Virgil había anotado el nombre del poeta: Dylan Thomas.
Quiero citarlo entero porque es, evidentemente, uno de los pocos que saben de qué habla:No entres dócil en esa buena noche,
la vejez debería arder y enfurecerse al concluir el día;
enfurecerse, enfurecerse contra la muerte de la luz.
Aunque al llegar su fin los sabios sepan que la oscuridad es justa,
ya que sus palabras no desviaron el relámpago
no entran dóciles en esa buena noche.
Los hombre buenos, por ser los últimos, al lamentar lo mucho
que podrían haber brillado sus obras frágiles
se enfurecen, se enfurencen contra la muerte de la luz.
Los hombres salvajes, que capturaron al sol al vuelo y lo cantaron
y que aprenden, tarde, que entristecieron su camino
no entran dóciles en esa buena noche.
Los hombres graves, moribundos, que ven con ojos cegados
que los ojos ciegos podrían arder como meteoros y ser dichosos,
se enfurecen, se enfurecen contra la muerte de la luz.
Y tú, padre mío, desde tu altura triste,
maldice, bendíceme ahora con tus lágrimas feroces, te lo pido,
No entres dócil en esa buena noche.
Enfurécete, enfurécete contra la muerte de la luz.